Articulos El Bebé Emocional

La época primal del ser humano -gestación, nacimiento y primera infancia- merece todo el respeto y protección puesto que es en esta época donde se escribe el futuro de las personas, que es lo mismo que decir el futuro de las sociedades y de la humanidad.

miércoles, mayo 04, 2011

Comunicación Madre-Bebé en la gestación

¿Puede una madre gestante comunicarse con su bebé intrauterino? ¿Qué canales de comunicación lo posibilitan? ¿Qué podemos hacer para que esa comunicación sea beneficiosa para él? ¿Cómo influye en el bebé el estado emocional de su madre?
Las respuestas a estas preguntas nos permiten actuar, de forma consciente y efectiva, en el desarrollo psicoemocional de nuestro hijo, que es tanto como decir que podemos influir en su felicidad actual y futura.
Empecemos por el principio, cuando después de una maratón de más de 400 millones de participantes, que son esos espermatozoides luchando por llegar a su meta, se fecunda un óvulo, iniciándose una increíble multiplicación celular, un auténtico milagro de la vida, que dará lugar finalmente a un complejo cuerpo a punto de nacer.
Aparentemente sólo son células que crecen y se multiplican, pero las investigaciones científicas demuestran algo que nos ha de hacer replantear esa idea. Toda célula, como ser vivo que es, interactúa con el medio que le rodea y queda afectada por su entorno. En el caso de nuestro bebé estamos hablando de las células más complejas que existen, en un momento además crítico, como es de su creación y desarrollo.
Desde el momento que el óvulo fecundado se adhiere a la pared del útero va a empezar a nutrirse de la sangre de la madre. En ese flujo sanguíneo viajan nutrientes pero también viajan hormonas, neurotransmisores y polipéptidos que permiten se establezca una comunicación de ida y vuelta con regiones muy alejadas del cuerpo, incluido el cuerpo en formación del bebé. Son estas moléculas mensajeras las que hacen posible, a nivel fisiológico, que las madres embarazadas se comuniquen tan íntimamente con sus hijos no nacidos, a través de la sangre que el bebé recibe por el cordón umbilical, que contiene estas sustancias. Por medio de las variaciones y oscilaciones de sus niveles se comunican las emociones. Por ejemplo, si la madre está estresada generará hormonas del estrés, como la adrenalina, que el bebé recibirá a través del torrente sanguíneo, generándole los mismos síntomas que a su madre: aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, tensión, ansiedad, malestar general. Por el contrario, si la madre está tranquila, relajada, generará endorfinas, que producirán el mismo efecto en su bebé, es decir, bienestar general. En resumen, si la madre se siente feliz, su bebé también.

La comunicación madre-bebé intrauterino es natural e inevitable, tanto a nivel fisiológico como mental. Nuestros estados emocionales positivos y nuestros pensamientos amorosos son los mejores mensajes para la feliciad del bebé y su desarrollo psicoemocional en armonía.

Al final del primer trimestre, el bebé ha desarrollado todos los sistemas principales y virtualmente es un organismo que funciona, lo cual significa que al final del tercer mes, está plenamente formado; sus brazos, piernas, ojos, orejas y corazón y vasos sanguíneos han adquirido, en miniatura, la forma que tendrán a lo largo de toda su vida. Y, lo que es aún más decisivo, en ese período aparecen las primeras señales discernibles de actividad cerebral. Han sido detectadas ondas cerebrales incluso en la quinta semana. Lo mismo se aplica a los movimientos corporales, que se inician en esta época. Los primeros revuelos –en general primeros cambios de posición- son discernibles ya en la octava semana, aunque el movimiento activo no suele comenzar hasta la décima o undécima. A continuación, el niño domina de prisa una sucesión de movimientos complejos y cada vez más individuales; se han fotografiado bebés intrauterinos mientras se rascaban la nariz, se chupaban el pulgar, alzaban la cabeza y se estiraban. Puesto que el bebé de diez u once semanas no sólo se mueve, sino que también lo hace con un propósito, los débiles trazos del electroencéfalograma –ondas cerebrales- del segundo y tercer mes son indicativos de una actividad mental significativa.
David Chamberlain en su libro “La mente del bebé recién nacido”, apunta las investigaciones del Dr. Candace Pert, de Sydney, que descubrió espesos grupos de receptores de neuropéptidos en el tronco encefálico de las personas, tantos que de hecho Pert cree que esto hace que el tronco encefálico forme parte del sistema límbico, la parte del cerebro implicada principalmente en las emociones y en la memoria. Como resulta que el tronco encefálico es una de las partes del cerebro que crece primero, este descubrimiento apoya la existencia de la memoria en el primer trimestre del embarazo.
De toda la información sonora que nos impacta durante el embarazo, habrá una que destaca por sus condiciones únicas e intransferibles: la voz de la madre. La voz materna nos llega de una forma especial, desde fuera y por dentro. El niño no nacido oye la voz de su madre constantemente, está bañado en ella. Las primeras experiencias de los sonidos en el útero pueden tener un efecto estimulante o desalentador en el deseo del bebé de escuchar y comunicarse, que perdurarán después del nacimiento. En casos extremos en que el útero es una caja de ruidos, un bebé puede desear huir de ella. Si la voz de la madre es siempre estridente, enojada y alarmante, es posible que su hijo aprenda a temerla. Si por el contrario tatarea, canta, y le habla dulcemente, el bebé se sentirá tranquilo, feliz. Como la capacidad auditiva del bebé alcanza el entorno exterior de la madre, los padres también deben hacerlo por la misma razón, hablando, cantando sobre el vientre de la madre. De esta forma también se inicia el vínculo afectivo padre-hijo, que le permite a él implicarse en la vivencia emocional del embarazo de su pareja y al bebé sentir el afecto de su papá, al que reconocerá nada más nacer, escuchando su voz.

Comunicarse conscientemente con el bebé intrauterino es muy sencillo. Basta pensar en él, hablarle directamente, sintiendo nuestra alegría por su presencia y el amor que le procesamos. Podemos servirnos también de la relajación y visualización, como valiosas herramientas de apoyo.

Para la psicóloga Angela Suárez y para mi mismo, que el bebé intrauterino, desde el mismo momento de la concepción, es influenciable por el estado emocional de la madre quedando sus experiencias gravadas en su memoria más profunda, es algo incuestionable. Lo hemos podido comprobar a través del trabajo clínico con la “Terapia de Reintegración Psico-Emocional”. Esta, es una psicoterapia que entre otras cosas lleva a la vivenciación –ver y sentir-, de hechos acontecidos en la propia gestación, nacimiento e infancia del paciente. Así hemos tenido, de viva voz y en directo, los relatos de lo que un bebé siente dentro de su madre, naciendo o en sus primeros años de infancia. Se ha hecho evidente que en éstas épocas se construyen los cimientos de nuestra forma de ser más profunda. Las raíces de lo que de adulto nos gratificará o por el contrario nos alterará, enfermará o desarmonizará.
Cuando hablo de “experiencias” del bebé intrauterino, me refiero principalmente a las resultantes de la comunicación emocional con su madre, con quién mantiene una simbiosis total. Una simbiosis que permite que todo lo que piense y sienta su madre sea percibido por él, afectando directamente a la formación de su psique. Las nuevas investigaciones revelan que toda experiencia temprana afecta a la arquitectura del cerebro, quedando registradas en sus circuitos. Que la madre tenga pensamientos amorosos hacia su bebé, que le hable suave y cariñosamente, que acaricie su vientre transmitiéndole su afecto, se convierten al instante en procesos neurohormonales que transforman el cuerpo y configuran el cerebro del pequeño.
Nuestro primer hogar es el vientre materno. Nuestras primeras percepciones de un hogar cálido y amoroso nos acompañarán para siempre, constituirán una base sólida sobre la que crecer y desarrollarnos como seres humanos en armonía. De nuestra madre recibimos, a través del cordón umbilical, el oxígeno y los nutrientes necesarios para la vida. De sus pensamientos y sentimientos recibimos la semilla del amor, lista para germinar en cuanto nazcamos y estemos en sus brazos.

Enrique Blay
Dpdo. en Psicología del Desarrollo

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