Articulos El Bebé Emocional

La época primal del ser humano -gestación, nacimiento y primera infancia- merece todo el respeto y protección puesto que es en esta época donde se escribe el futuro de las personas, que es lo mismo que decir el futuro de las sociedades y de la humanidad.

martes, julio 25, 2006

HOMBRES, ¿MEROS ACOMPAÑANTES EN LA GESTACIÓN Y NACIMIENTO DE LOS HIJ@S?


Tengo dos hijos, Lidia y David, actualmente con 22 y 18 años de edad respectivamente (¡Cómo pasa el tiempo!). Cuando mi mujer quedó embarazada de Lidia intenté informarme de todo lo relativo a la gestación, nacimiento y primera infancia. Devoré revistas, libros y todo lo que cayera en mis manos sobre el tema. Quería vivir una paternidad consciente, “hacerlo bien”. Todo lo que leía describía con todo detalle los cambios fisiológicos de la madre y del bebé en su desarrollo intrauterino; el proceso del nacimiento con las diferentes técnicas con las que solventar posibles problemas; los primeros cuidados. Pero yo sentía la necesidad de ser partícipe en este proceso, no un mero espectador. El contacto afectivo con mi mujer, cuidarla y mimarla, estar atento a sus necesidades y estados de ánimo, era una forma de sentirme implicado en su embarazo. Pero ¿y el bebé?. Por pura intuición o instinto o misteriosa necesidad, cada día colocaba mis manos en su vientre y hablaba con mi hija, la acariciaba, la besaba. Esa cercanía, ese contacto con mi hija y años después con mi hijo, mantenido durante la infancia, nos ha dado el mejor de los frutos: un vínculo afectivo que nos permite crecer juntos, comunicarnos, transmitirnos afecto y cariño, en una palabra: amarnos.
Me viene a la mente un amigo mío, muy bien considerado en la empresa donde trabaja debido a los grandes resultados productivos que obtenía año tras año. Ello gracias a que su jornada laboral no tenía fin, incluyendo algunos sábados. Un día le pregunté porqué dedicaba tanto tiempo al trabajo, alargando la jornada laboral cada día hasta la noche. Me dijo que de esta forma, cuando llegaba a casa, sus dos hijos (por entonces de 8 y 4 años de edad) ya estaban bañados, cenados, con el pijama puesto y listos para ir a dormir. Mi amigo me produjo una honda tristeza. Estaba desperdiciando una de las experiencias más maravillosas y gratificantes del ser humano: ser padres. No pudo disfrutar de bañar a sus hijos, cambiarlos, darles de comer, jugar con ellos, leerles un cuento. Pero lo que es peor por sus consecuencias futuras para sus hijos, no creó un vínculo afectivo con ellos, no les enseñó, ni aprendió de ellos, no fue capaz de ser PADRE. Porque ser padre no es dejar embarazada a una mujer, aportar el dinero necesario para su manutención, delegar en ella todas las funciones afectivas y de cuidado y acabar siendo una figura autoritaria, dura, alejada de todo sentimiento o contacto afectivo. Claro, los niños crecen y llega la adolescencia, entonces surgen las quejas por parte del padre: ¡No nos entendemos, no me hace caso, no me cuenta nada, va a su rollo, no quiere salir conmigo, es un rebelde, no sé qué hacer con él,.........! ¿Y qué se podía esperar?.
Los hombres, los padres, podemos y debemos participar en el desarrollo de nuestros hijos desde el mismo momento en que la madre se sabe embarazada. Por dos razones. Una porque como padres disfrutaremos y nos enriqueceremos y otra porque estaremos poniendo las bases, los cimientos, de la estructura psicoemocional de nuestro hijo, otorgándole una gran estabilidad y armonía emocional que le acompañará el resto de su vida, que serán las raíces fuertes y sanas, sustento del árbol adulto en que se convertirá.
No hay ninguna duda, después de muchos años de escuchar los relatos de pacientes a través de la Terapia ARA Psico-emocional (se les lleva a la vivenciación -ver y sentir- de su gestación y nacimiento), se demuestra lo que la propia base teórica y experimental de la Terapia, en cuanto a los diferentes estados perceptivos por los que atravesamos desde nuestra concepción ya apuntaba, que la época más fundamental en la biografía del ser humano es la de su gestación y nacimiento. Era inimaginable para mí, la capacidad perceptiva, sobre todo emocional, de un bebé dentro de su madre, hasta el punto que posee lo que hemos denominado “Percepción Extrauterina”, que es su capacidad de focalizar su conciencia fuera de su madre, de percibir, de ver, todo lo que sucede en el exterior del útero. Ello hace que a parte del papel fundamental de la madre, con quién está en total simbiosis, sea también fundamental el papel del padre, tanto en conseguir para la madre un nivel afectivo, de comprensión, de tranquilidad adecuados, como para iniciar el vínculo afectivo con nuestro hijo, a través de nuestras palabras, nuestro contacto, e incluso nuestros actos. De esta forma se nos otorga, si queremos aceptarlo, un papel participativo, no de mero acompañante, en la gestación y nacimiento de nuestros hijos.
Y hablando del nacimiento, debemos luchar para poder traer al mundo a nuestros hijos de la forma que consideremos mejor, dándonos la oportunidad de optar por nacimientos naturales, rodeados del ambiente adecuado y respetando nuestras decisiones. (Aquí sí que vale la pena ser un padre autoritario).
Todas las personas –mujeres, hombres, madres, padres, comadronas, enfermeras, médicos, terapeutas, docentes, etc.- sabedores de la importancia de la gestación y el nacimiento para el futuro del bebé (que es lo mismo que decir para el futuro de la humanidad) no deberíamos escatimar esfuerzos para concienciar a la mayor gente posible de esta realidad.
A quién no tenga conciencia de ello deberíamos procurar abrírsela. (Eso sí, con todo el cariño y paciencia del mundo).
A quién tiene conciencia, dotarle del conocimiento y herramientas necesarias para llevarla cabo.

Conclusión: Pese a que los hombres no llevemos nuestros hijos dentro de nosotros (lo cual me da auténtica y sana envidia de las mujeres) NOSOTROS TAMBIÉN DESEMPEÑAMOS UN PAPEL FUNDAMENTAL, TAMBIÉN PODEMOS VIVIR LA GESTACIÓN Y EL NACIMIENTO EN TODA SU INTENSIDAD. SER PARTÍCIPES DEL MILAGRO DE UNA NUEVA VIDA. NO LO DESAPROVECHEMOS.

Quizás fruto de mi frustración de no poder quedar embarazado, quizás de mi especial sensibilidad ante los más inocentes y desvalidos: los niños y los animales (a los primeros me los como a besos y a los segundos no me los como), quizás de la concienciación de la importancia de la gestación y nacimiento, quizás después de haber escuchado a mis pacientes relatar dramáticamente sus experiencias traumáticas de gestación y nacimiento y comprobar sus consecuencias en su infancia y vida de adulto, quizás...¡que más da!. La realidad es que debía actuarse de forma preventiva, mirar de evitar ese sufrimiento que por desgracia supone a veces la gestación y más frecuentemente el nacimiento. Y no estoy hablando sólo de un sufrimiento físico, sino, lo que es más importante, de un sufrimiento emocional. El bebé tiene una percepción abierta a todos los impactos, especialmente a los emotivos procedentes de la madre con la que mantiene una simbiosis total. Y esa simbiosis no significa que el cerebro del bebé sea el de la madre, sino la existencia de dos cerebros, cada uno de ellos con capacidad para recibir y almacenar información. Siendo el bebé básicamente receptivo, con una receptividad subjetiva, puramente emocional. que globaliza todo impacto como si el impacto fuera él. Así el bebé escribe en su sistema nervioso, en sus células, en su cuerpo todo, cuando emotivamente la madre lleva escrito y cuanto la madre va escribiendo en su mente. Tal como lo define el investigador Joaquín Grau: “Madre: en tú útero escribes el futuro de tú hijo”. La forma preventiva de que hablo trata de concienciar a los padres de ello, especialmente a la madre, que por el hecho de llevar a su hijo en el vientre, está en continuo contacto con él. A través de Talleres, donde se transmite este conocimiento y se dan las directrices prácticas para afrontar estas etapas y de sesiones individuales con la madre gestante (a la que puede asistir y participar el padre) se trabaja la comunicación con el bebé, llegando a unos estados de conciencia que permiten transmitirle todo el afecto, cariño, protección, preparar el nacimiento y crear ese vínculo afectivo necesario para su armónico y equilibrado desarrollo psicoemocional. Es asombrosa la comunicación que se establece entre ambos, emocionante para todos, incluído el terapeuta. La madre y el padre viven una gestación y un nacimiento participativos, responsable, que les permite vivir la experiencia de una forma plena. Y yo disfruto de una gestación tras otra.

Enrique Blay, Dpdo. en Psicología del Desarrollo

"ARA- Psicología / Psico-emocional" www.ara-terapia.com

Centro asociado a la Plataforma Pro Derechos del Nacimiento

www.pangea.org/pdn/plataforma.html