Entrevista revista "Bebés y más"
Sí. El bebé intrauterino tiene grandes capacidades perceptivas y todo lo que percibe, puesto que sus mecanismos de interpretación transforman toda la información en sentimiento, se traduce en emociones. El ser humano, desde que es concebido y hasta los dos años de edad, se rige por la Percepción Emocional. A partir de los dos años se inicia el desarrollo de la Percepción Racional, que no prevalecerá hasta los 12 / 14 años de edad. Este es el hecho más importante para comprender el mundo emocional de bebés y niños y la clave para plantear cualquier tipo de relación y comunicación con ellos.
¿Existen evidencias científicas de ello?
Respecto a las capacidades perceptivas del bebé intrauterino, hay dos canales de percepción bien investigados:
1- El inherente a los órganos de los sentidos que se van desarrollando a lo largo de la gestación: vista, gusto, tacto, olfato y oído. En concreto la capacidad auditiva del bebé intrauterino se ha mostrado intensa. No solo respecto a los sonidos internos de la madre, incluida su propia voz, si no también respecto a los sonidos externos. Hay reacciones muy diferentes de un bebé intrauterino, cuando en el ambiente suena música rock o música clásica. También se ha demostrado la capacidad del bebé intrauterino de memorizar esos sonidos. Así, hay bebés que, una vez nacidos, reaccionan delante de la música de una serie de televisión que su madre seguía con asiduidad o el caso del músico que tocaba de “oído” las notas de las partituras que su madre, también músico, había interpretado cuando lo llevaba en su seno.
2- A través de la sangre materna que el bebé recibe por el cordón umbilical, que contiene sustancias como neurotransmisores u hormonas, que producen en el bebé las mismas reacciones que en la madre. Por ejemplo una de las hormonas del estrés, la adrenalina, que en la madre produce aumento del ritmo cardíaco, de la presión arterial, tensión, ansiedad, etc. produce exactamente lo mismo en el bebé. O por el contrario las endorfinas, que en la madre producen tranquilidad, bienestar, paz, etc. y que actuarán de la misma manera en el bebé.
Hay otros dos canales de percepción, que si bien no tienen la “evidencia científica”, tal como se interpreta en su significado más académico, gozan de la suficiente evidencia experimental y vivencial, para hacer indiscutibles su validez:
3- Percepción que permite al bebé conectar con lo que piensa, lo que siente, su madre. Canal denominado “Percepción Extrasensorial” porque está fuera de los canales de percepción que otorgan los órganos de los sentidos o la fisiología. También podríamos llamarlo, desde la visión de las diferentes energías que conforman el cuerpo humano “Percepción Energética” ya que es capaz de percibir las energías de pensamientos y sentimientos de su madre e interactuar con ellos.
4- El más sutil de los canales, el de la “Percepción Espiritual”, basado en la visión transcendental del ser humano. El bebé, como Ser de Luz, en tránsito por la experiencia de la materia, en conexión con el Ser Interior de su madre. Un sentir más allá del tiempo y del espacio, expresado en el ahora.
¿Las emociones del bebé no nacido tendrán influencia en su vida futura?
En las últimas décadas se ha ido situando cada vez más atrás en el tiempo, el momento del inicio del desarrollo psicológico. Hasta hoy, en que tanto las investigaciones en neurología como en psicología, llevan a la conclusión de que el desarrollo psicológico se inicia desde el mismo momento de la concepción. Sobre una base genética, heredada de los padres, que supone una “tendencia” conductual específica a cada individuo y del desarrollo fisiológico particular en cada individuo, las experiencias vividas moldean el cerebro. El cerebro es influido directamente por las experiencias a causa de la denominada “plasticidad neuronal”, por la que directamente se modifican las estructuras cerebrales, dejando huellas profundas e imperecederas en su arquitectura.
En un momento en que, literalmente, el cerebro se está construyendo en sus cimientos - como es en la gestación, nacimiento y primera infancia-, es fácil deducir la importancia que tienen las experiencias tempranas en la formación del carácter y la personalidad.
En el centro ARA de psicología, junto a la psicóloga Ángela Suárez, hemos tenido la fortuna de trabajar durante años con una psicoterapia regresiva para adultos, en que, entre otras cosas, se lleva a la persona a vivenciar –ver y sentir- hechos acontecidos dentro de su madre, naciendo y en su primera infancia. Esto nos ha permitido tener, de viva voz y en directo, lo que puede gratificar o dañar a un bebé o a un niño en su desarrollo psicológico en esas épocas de su vida. A través de la base teórica que sustenta esta psicoterapia, pero especialmente a través de nuestra experiencia clínica, podemos afirmar que en la gestación, nacimiento y primera infancia se encuentran las raíces de lo que de adultos nos gratifica o por lo contrario nos altera, enferma o desarmoniza.
¿Cómo puede la mujer embarazada comunicarse con su bebé?
De hecho, haga lo que haga la madre, con los canales de percepción del bebé que hemos comentado, siempre va a haber comunicación entre ambos. Esto nos da la medida de lo importante que es el estado emocional de la madre, de sus pensamientos, de sus sentimientos hacia su bebé. Podemos decir que si la madre está triste, su bebé también lo estará. Si la madre está feliz, así estará su bebé.
La madre puede comunicarse con su bebé de forma consciente hablándole, cantándole, mentalmente a través de sus pensamientos, con el tacto poniendo sus manos en el vientre. La relajación y visualización es una potente herramienta de comunicación entre madre y bebé y viceversa (el bebé también es capaz de comunicarse con su madre). Hace años se me ocurrió que, si a través de una relajación, la madre gestante se situaba en ritmos cerebrales Theta (conllevan el estado de percepción emocional), sería como mover el dial de una radio hasta sintonizarla con su bebé. Lo puse en práctica con madres gestantes y la realidad desbordó mis expectativas. En estado de relajación la madre gestante entraba en una comunicación total con su bebé, que permitía transmitirle con toda la intensidad emocional, la alegría por ser su primer hogar y el amor que sentía por él. Unido a diversas visualizaciones, la situación se convertía en una experiencia de una gran carga emocional. Mi gran sorpresa fue comprobar que no solo la madre se comunicaba con su bebé, si no que también este lo hacía con su madre, mental y emocionalmente. Como curiosidad, algunas madres “percibieron” el nombre con el que sus bebés querían ser llamados.
¿Cual es el papel ideal del padre durante el embarazo?
El papel del padre tiene dos vertientes. Por un lado, sabiendo la importancia del estado emocional de la madre, que el bebé percibe, debe procurar que su pareja se sienta apoyada, comprendida, mimada, en una palabra, amada. Por otro lado, conociendo las grandes capacidades perceptivas del bebé intrauterino, en concreto las auditivas, el padre puede iniciar el vínculo afectivo hablando a su hijo sobre el vientre de la madre, acariciándolo, enviándole sus mejores pensamientos de amor y cariño. Se han hecho experimentos en que se demuestra que el bebé, una vez nacido, reconoce la voz de su padre entre la de otros hombres y se calma más en sus brazos que en los de otro. Para el hombre supone una nueva forma de implicarse en la vivencia paternal, desde la concepción de su hijo.
¿Y en los primeros años de vida de un niño?
Continuar en la dirección de que su pareja se sienta completamente amada (su estado emocional sigue siendo fundamental respecto al estado emocional de su bebé), aquí se incluye el respeto a las pautas de crianza que la madre adopte (como la lactancia, el colecho, la atención del llanto) Respecto a su hijo, vivir una paternidad intensa. Besarlo, abrazarle, bañarlo, cuidarlo, jugar con él, dedicarle tiempo de calidad. En los primeros años se asientan los lazos afectivos y las formas de comunicación.
¿Qué siente un bebé cuando nace?
En el momento de nacer, el bebé es un ser humano completo, con la particularidad de su Percepción Emocional. Es decir, capaz de percibir todo lo que sucede y de transformarlo en sentimientos, en emociones. El bebé ha estado nueve meses en el paraíso, flotando en el líquido amniótico, percibiendo el amor de su madre, protegido y alimentado sin ningún esfuerzo. De repente, es “expulsado”, a través de un oscuro y estrecho camino a un mundo exterior y desconocido. Tanto la vivencia del proceso de nacimiento como la forma en que es acogido al nacer, dejarán una profunda huella en su psique. Una huella que incluye la percepción del mundo al que surge, un mundo agradable, pacífico, acogedor, afectivo, amoroso o, por el contrario, un mundo desagradable, violento, agresivo, doloroso. Una percepción que nos acompañará el resto de nuestras vidas.
¿Cómo debería ser el nacimiento ideal de los bebés?
El nacimiento es una experiencia emocional intensa, tanto para la madre como para el bebé. Lo que siente la madre lo siente el bebé y por lo tanto nos podríamos preguntar en primer lugar, cuál es la mejor forma de afrontar el parto para que suponga una vivencia emocional gratificante para la madre, y por resonancia para su bebé. Aquí hay suficientes evidencias científicas, para afirmar que el mejor parto es el que el Dr. Michel Odent denomina “parto mamífero”, que podríamos definir que es el que no tiene intervenciones externas y deja que sean los propios cuerpos de la madre y del bebé lo lleven a buen término. Dejar actuar lo que él describe como “cóctel de hormonas”. Sus experiencias e investigaciones demuestran, que un parto sin intervenciones, permite vivencias emocionales positivas, incluso placenteras (aunque en nuestra cultura sea hoy en día tan difícil aceptar la relación parto y placer).
En segundo lugar deberíamos preguntarnos cuál es la mejor forma de recibir al bebé en su nacimiento. Es muy importante no cortar el cordón umbilical antes de que deje de latir. El bebé, en el momento del nacimiento, tiene las vías respiratorias llenas de líquido amniótico y el oxígeno que necesita para vivir le llega a través del cordón umbilical. Cortarlo antes de que el bebé pueda respirar por sí mismo es llevarle a la asfixia. Lo que debe hacerse es colocar inmediatamente al bebé en el pecho de la madre y esperar que el cordón umbilical deje de latir por sí mismo (la naturaleza es sabia y esto sucede en cuanto el bebé puede respirar por sí mismo). Es fundamental que el bebé recién nacido y en las horas posteriores, permanezca junto a su madre sin ser separado de ella. Colocar al bebé recién nacido junto a su madre provoca la segregación final del cóctel de hormonas, como la oxitocina (hormona del amor, relacionada con el placer y el apego), endorfinas (morfina endógena) y prolactina (previene hemorragias, promueve el desprendimiento de la placenta y pone en marcha los mecanismos de la lactancia).
Actualmente se sabe que un parto natural, mamífero, no intervencionista, es la forma más segura y más saludable de experimentar un nacimiento, tanto para la madre como para el bebé, tanto a nivel físico como psicológico.
En las pocas ocasiones en que un nacimiento respetado, mamífero, presente dificultades que pongan en riesgo la salud de madre y bebé (dificultades usuales en los partos intervencionistas), disponemos de una fantástica medicina que soluciona el problema. Bienvenidas las cesáreas “necesáreas” puesto que salvan vidas de bebés o madres. Rechacemos la cesáreas “innecesarias” que ponen en riesgo innecesario a madres y bebés.
¿Qué es la etapa primal?
La etapa primal se refiere a la época primera o primaria en el ser humano, incluyendo la gestación y nacimiento. En cuanto a su término hay diferentes opiniones. Bajo mi punto de vista la época primal debería considerarse, como mínimo, hasta los 2 años de edad. Hasta esa edad la percepción es puramente emocional y es entonces, en la época preverbal, cuando se inicia la conquista de la Percepción Racional, que durará hasta la pubertad. La etapa primal es el período donde se construye nuestra forma de ser más profunda, nuestros mecanismos psicológicos más íntimos, nuestro carácter, que nos acompañará el resto de nuestra vida.
¿Se puede afirmar que hay trastornos afectivos y psicológicos que provienen de la etapa primal?
Todos aceptamos que cualquier alteración en el increíble proceso de multiplicación celular, que convierte la unión de un óvulo y un espermatozoide en el cuerpo de un bebé al nacer, o cualquier problema de salud en el nacimiento o en la primera infancia, puede tener consecuencias, más o menos graves, en el resto de su vida. Pues igual sucede con el desarrollo psicológico, que se inicia en el momento de la concepción. En la etapa primal el bebé y el niño pueden tener experiencias emocionales negativas, traumáticas, que, grabadas en su inconsciente, marquen su carácter el resto de su vida. Hoy podemos afirmar que, en la historia de cada persona, los hechos acontecidos en su gestación, nacimiento e infancia, serán más importantes para ella, que lo que le pueda acontecer el resto de su vida.
¿Qué es el alimento afectivo y en que puede perjudicar su limitación?
El concepto “alimento afectivo” lo utilizo en contraposición al alimento nutriente. A nadie se le ocurriría dejar que un bebé o un niño pasen hambre. Necesitan proteínas, hidratos de carbono, grasas, minerales, vitaminas, etc., para que su cuerpo crezca y se desarrolle adecuadamente. De la misma manera, para el desarrollo psicológico armónico, equilibrado, el bebé y el niño necesitan de alimento afectivo: protección, afecto, cariño, amor. A nadie se le debería ocurrir dejar que un bebé o un niño no se sientan intensamente amados. Insisto, igual de importante el alimento nutriente como el alimento afectivo para su salud integral. Para otorgar alimento afectivo a bebés y niños tenemos efectivas herramientas:
• La lactancia: Es indiscutible que la leche materna es el mejor alimento para el bebé, tanto a nivel nutriente, como inmunológico y como afectivo. La lactancia ofrecida a demanda y prolongada en el tiempo, aporta al bebé y niño seguridad y afecto.
• La atención del llanto: Un bebé (igual que un niño o un adulto) utiliza el llanto como forma de expresión de sufrimiento, ya sea éste físico o emocional, ya sea por hechos actuales o pasados (por ejemplo, el estrés emocional del nacimiento puede necesitar tiempo para disolverse), o como expresión de una necesidad. Negar atención al bebé que llora es negarle su identidad, destruir su confianza, bloquear su expresión emocional, iniciarle en la sumisión y, en suma, provocarle un sufrimiento innecesario con consecuencias presentes y futuras.
• El colecho: El ritmo de sueño en los bebés no es un aprendizaje (igual que no lo es respirar o hacer la digestión), sino una progresiva adaptación natural en su proceso de desarrollo. Lo más común es que el bebé se despierte cada dos o tres horas a lo largo de la noche, ya sea por hambre, por molestias o por necesidad de sentirse acompañado. El colecho, junto a la lactancia, facilita satisfacer estas demandas. Le otorga al bebé una gran seguridad y confianza, le hace sentirse atendido y protegido.
• El contacto físico: El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego. Mucho antes de que un niño pueda comprender las palabras comprende el tacto.
¿Daña a un bebé dormir solo o que no lo tomemos en brazos cuando lo pide o cuando llora?
Cada bebé y cada niño son diferentes y necesitarán y expresarán necesidades diferentes. Ahora bien, el llanto del bebé es siempre una expresión de que necesita algo. Si tiene frío o calor tomaremos las medidas necesarias para resolverlo; si tiene hambre, le daremos de comer; si está enfermo, le daremos medicinas; entonces, ¿porqué si lo que necesita es nuestro afecto, nuestros brazos, nuestras caricias, no lo hacemos? En nuestra cultura se han fijado ideas sin sentido: “No lo cojas que se acostumbrará”, “Es muy listo, te toma el pelo. No cedas a sus lloros”, “Si lo metes a dormir en tú cama se acostumbrará y no lo sacarás nunca”, “Si le das teta a demanda o más allá de unos meses, se enviciará y tendrás un problema”, etc., etc. El bebé actúa siempre por necesidades (no por manipulación o malicia como los adultos) y no satisfacer esas necesidades crea incerteza e inseguridad en él. Los bebés que han sido alimentados afectivamente sin carencias, en sus primeros años y en contra de lo que usualmente se afirma, crecen más seguros, se abren con confianza a las nuevas experiencias, se adaptan mejor a sus nuevos retos y acaban siendo independientes mucho antes. Hay una fórmula infalible: carencia = dependencia. Cuanto más ha sufrido un bebé la falta de alimento afectivo, más dependiente se hace de su entorno afectivo, porque no ha conseguido sentirse confiado y seguro en recibir lo que realmente necesita.
Los niños que han sido atendidos en el llanto sus primeros años de vida, no necesitan después pedir las cosas con más llantos y rabietas. Utilizarán el lenguaje puesto que saben que sus padres les escuchan y atienden sus necesidades básicas y aceptarán que se les nieguen otras que no lo son o que son perjudiciales para él. Hablamos de escuchar y aceptar lo que nuestros hijos nos expresen, no de permitir que hagan lo que quieran. Hablamos de libertad de sentir y no de libertad de hacer.
¿Qué efecto tienen los castigos físicos y los no físicos en la integridad emocional de un niño?
El castigo, aparentemente puede ser efectivo, pero sólo en su inmediatez. El castigo rompe la comunicación, impide el aprendizaje, es un acto autoritario, muchas veces desproporcionado e injusto (sobre todo para el que lo padece) que envía un mensaje de rechazo y de juicio negativo sin más. Para resolver conflictos con los niños hay que partir de que “siempre que un niño mantiene conductas, puntual o reiteradamente exageradas, hay una emoción detrás que hay que descubrir, acompañar y enseñarle a gestionar”. Mejor que el castigo es mostrar “consecuencias” de los actos o conductas, que sean dañinos para el propio niño, para los demás o para las cosas. El niño debe saber dónde están los límites en su conducta y actos, pero no por miedo al castigo, si no por la comprensión del daño que produce y de las consecuencias que sobre él tendrá.
¿Podemos romper con la crianza violenta?
Sí, tomando conciencia de nuestra propia violencia, generalmente oculta en nuestro interior, producto de alguna carencia o sufrimiento emocional de nuestra propia infancia. Los bebés y niños, con toda la potencia de su mundo emocional, nos enfrentan a nuestras propias emociones, sacando lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Pueden ser auténticos Maestros que nos permitan reconocer nuestras debilidades y superarlas.
Por otro lado, si nuestros hijos reciben una crianza llena de alimento afectivo, crecen con un profundo sentimiento de ser amados, difícilmente practicarán una crianza diferente o violenta cuando llegue el momento en que les toque ser padres. El futuro se escribe ahora.
¿De dónde salen las ideas de que hay que limitar la lactancia y el contacto físico con los niños?
Del desconocimiento de las necesidades emocionales de bebés y niños, de su forma de ser y sentir. Estas ideas surgen de una postura dominante hacia los niños, que deben ser obedientes y adoctrinados en lo que el adulto necesita. Afortunadamente la humanidad ha evolucionado mucho hacia los Derechos Humanos, los Derechos de la mujer y el antiracismo, pero aún hay mucho que hacer sobre los Derechos de los niños, que en muchas ocasiones se tratan como seres inferiores.
¿Qué daño hace el seguir esas pautas antinaturales?
Sólo hay que observar cómo está el Mundo y las personas que lo habitamos. Quien más y quien menos todo estamos un poco desequilibrados. Como sabemos que en la época primal se construyen los cimientos de lo que el niño será de adulto, es fácil deducir que el daño producido en esa época va a tener consecuencias en el resto de la vida de la persona. La capacidad de amar, la autoestima, la empatía, la tolerancia, las capacidades sociales, tienen su origen en esa época. Por lo tanto en la medida en que consigamos que un bebé, un niño, se sienta amado, así se amará a sí mismo, a los demás, al Mundo y al Universo entero. Quien hace que un bebé, un niño, se sienta amado, siembra amor para el futuro.
¿La independencia y la seguridad en uno mismo, nacen del apego o de la autonomía forzada?
Nacen de la autoestima. Es decir de la convicción de que soy digno de que me amen –importo y tengo valor porque existo- y de que soy valioso -puedo manejarme a mi mismo y manejar lo que me rodea con eficiencia. Sé que tengo algo que ofrecer a los demás-. La autoestima se consigue si el bebé y el niño se sienten amados (una cosa es amar a otra persona, y otra conseguir que ella lo sienta así). Sólo la seguridad y confianza en uno mismo, una elevada autoestima, permite la independencia, entendida como la capacidad para afrentar por uno mismo las situaciones y experiencias de la vida. (Aunque sería mejor hablar de inter-dependencia, puesto que el ser humano es un ser social).
¿Cómo resistir a un entorno que exige la separación temprana y la limitación del contacto con los bebés?
Pues la verdad es que cansa tener que estar escuchando continuamente juicios negativos, que lo único que hacen es mostrar una gran ignorancia de las necesidades emocionales de bebés y de niños. Por suerte, además de la propia intuición materna y paterna, hay suficientes evidencias científicas, para quien las quiera escuchar, que demuestran la importancia del alimento afectivo en el desarrollo neurológico y psicológico del ser humano. El colecho, la lactancia materna, la atención del llanto y el contacto físico, ya no son cosa de cuatro sensibileros que se exceden en los cuidados de sus hijos, si no la forma de conseguir que los bebés y niños tengan las máximas posibilidades de desarrollar su Ser, ser felices y realizarse como seres humanos.
Cada vez hay más asociaciones de madres y padres (como las valiosas Asociaciones de Lactancia materna) que sirven para afianzar la confianza en la crianza respetuosa con las necesidades de bebés y niños. Cada vez hay más información experimental y científica que certifican los beneficios de esta relación con ellos.
¿Está nuestra sociedad enferma de falta de amor?
Yo diría que el amor es una semilla que llevamos todos dentro y que lo que nos enferma como individuos y como sociedad es nuestra incapacidad de reconocerlo y nuestra incapacidad de gestionarlo. Esta incapacidad se crea en la época primal, donde las carencias o sufrimientos emocionales crean desequilibrios emocionales y construyen barreras que impiden la fluidez de su expresión. La sociedad es reflejo de los individuos y el gran reto actual es conseguir una gestación, nacimiento, crianza y educación, que permita tener adultos con altos niveles de autoestima, inteligentes emocionalmente y socialmente. Esto sólo se puede conseguir, y lo repetiría hasta la saciedad, haciendo que los bebés y niños se sientan amados.
Enrique Blay